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¿Qué pienso, qué siento, qué hago?

Post dedicado a cientos de mis alumnes y sus conversaciones sobre la importancia de este tema... ¡gracias a todes!
Collage- ¿Qué pienso, qué siento, qué hago?- Ainhoa Arana

“Lo que pienso y lo que siento, alineado con lo que hago, crea lo que percibo e interpreto en cada área mi vida.”


Lo que ves desplegarse en tu vida depende de tus pensamientos, emociones y acciones.

¿Cómo te sientes al leer esto?


Esta gran verdad te invita a asumir la responsabilidad total de tu vida, a hacerte cargo de cada área. Para integrar estas palabras, quizás, necesitamos recurrir a la inteligencia emocional.

Son muchas las voces que suenan sobre la importancia de la educación en inteligencia emocional, pero existen pocos espacios para ello. Y la mayoría de los adultos no hemos tenido la opción de conectar con este conocimiento. Algo que, para mí, se ha convertido en todo un viaje y no puedo dejar de compartirlo...


¿De qué se compone la inteligencia emocional?

Podríamos agruparla en dos componentes principales:

  • Uno tiene que ver con la propia persona, cómo me relaciono yo con mis propias emociones (Autoconocimiento emocional, Autorregulación emocional, Automotivación)

  • Luego está el componente relacional con mi entorno, con lo que sucede fuera (Empatía, Habilidades sociales)

Estos componentes de la inteligencia emocional nos pueden parecer áreas diferenciadas y con una serie de dinámicas exclusivas en las que aprender a ser solventes, pero no es del todo así. Son piezas de un mismo puzzle, son raíces de un mismo árbol. Son arterías que dan vida a ese corazón que habita en nuestro cerebro y que nos permite a fin de cuentas, sentirnos más competentes y más felices.


Entonces, ¿Qué significa educación emocional?

La educación emocional es un proceso pedagógico dirigido a potenciar la esfera afectiva como complemento de las habilidades cognitivas para facilitar el desarrollo integral de la personalidad. Fomenta el conocimiento y la gestión emocional para que la persona pueda afrontar de manera asertiva los retos de la vida cotidiana y mejore su bienestar.

Obviamente, el concepto de educación emocional está íntimamente relacionado con la inteligencia emocional, entendida como la capacidad para reconocer y gestionar de manera eficaz nuestras emociones y las de los demás. Por tanto, uno de los principales objetivos de la educación emocional consiste en desarrollar ese tipo de inteligencia.

Identificar las emociones nos permite conocer y poder avanzar en el «¿Qué necesito en estos momentos?» Nos abre las puertas fundamentales para aprender a expresarlo, gestionarlo, transitarlo... hacer algo con ello o simplemente dejarlo reposar.


¿En qué te puede ayudar?

Te ayuda a desarrollar competencias útiles para la vida, en todos los ámbitos:

  • Autoconocimiento: es el resultado de un proceso reflexivo mediante el cual adquirimos la noción de tu persona, de tus cualidades y características.

  • Conciencia de uno mismo: Ser consciente significa tomar conciencia del momento presente en el que nos encontramos.

  • Autorregulación emocional: hace referencia a la habilidad de autocontrol sobre nuestros sentimientos en un momento dado, se trata de pensar antes de actuar. Adquirir destrezas para comprender, manejar y modificar sentimientos y emociones.

  • Automotivación: Es la habilidad para dirigir las emociones hacia las metas en vez de contra los problemas, mantenerse motivado en la consecución de los objetivos. Mentalidad emprendedora y positiva ante las adversidades.

  • Expresión y comunicación: Aprender habilidades a la hora a transmitir información a los demás, intercambiando mensajes, sentimientos y emociones.

  • Asertividad: Trabajar en esta habilidad social que consiste en comunicarnos con los demás de una manera franca y directa, pero sin herir los sentimientos, de la forma más honesta posible.

  • Empatía: Es ese vínculo con el que mejorar las relaciones con los demás, ese canal con el que conectar con quien tenemos en frente, pero sin dejar de ser nosotros en ningún momento. Es importante matizar este último detalle. Aunque nos repitan a menudo que empatizar es ser capaces de ponernos en los zapatos ajenos, conviene recordar que esta maravillosa habilidad no nos servirá de nada si nos diluimos en el otro, si nos limitamos a ser solo “esponjas emocionales”. Hay que saber leer las emociones, hay que descifrar gestos, matices, tonos de voz, pero debemos también mantener esa compostura sabia y firme con la que responder en consecuencia, siendo la mejor ayuda, el mejor facilitador.

  • Toma de decisiones: Conocer y manejar habilidades para realizar una mejor elección entre las diferentes opciones que se nos presentan en el día a día.

  • Resolución de conflictos: Ganar experiencia en la mediación como método de resolución, análisis del conflicto y búsqueda de una solución aceptable.

  • Autoaceptación: Aprender a aceptarse tal y como somos, con nuestras virtudes y defectos, mejorando aquello que nos gustaría trabajar, y también aquellas habilidades en las que nos sentimos más seguros.

  • También otras habilidades y capacidades, como asunción de responsabilidades, dinámicas grupales, apertura, flexibilidad, liderazgo, manejo del estrés...


Practicar una auténtica Inteligencia Emocional requiere voluntad, conocimiento y apertura.

No basta con leer un libro o hacer un curso, se requiere ser proactivo, saber y promover, sentir y ofrecer, entender y generar… Solo así daremos forma a entornos más empáticos, sensibles, creativos y hábiles emocionalmente.


Espero que estas palabras te sean de utilidad.

Si te apetece desarrollar y mejorar estas competencias, encantada de facilitarte.

Y como siempre... ¡No te olvides de jugar!




Cuadrícula

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